Marcos Paz, Argentina, 2021, RAP-AL/ Transformarnos, organizarnos e involucrarnos para cambiar los sistemas agroalimentarios/No debe sorprendernos la posición Argentina en el Comité de Seguridad Alimentaria de la ONU ya que esta actuación está en concordancia con otras posiciones históricas del país puestas en juego ya ante esta organización como ante los convenios internacionales, como el de Estocolmo y Róterdam, en los cuales as perspectivas siempre buscan salvaguardar el libre comercio internacional, la iniciativa privada y el desarrollo tecnológico en términos reduccionistas basado en innovaciones biológicas como las semillas transgénicas y químicas como fertilizantes y plaguicidas, así también como en propuestas del tipo “intensificación sostenible”, “agrotech” o “buenas prácticas agrícolas” que no buscan cambiar de fondo los sistemas productivos y las reales barreras que impiden el acceso a una alimentación digna, sana e integral. Propuestas que posibilitan visibilizar las influencias de las empresas fabricantes de plaguicidas sobre los gobiernos y en la misma Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Los sistemas agroalimentarios están conformados por una serie de actores que van desde aquellos que se desempeñan en la innovación y generación de insumos y tecnologías, la producción agrícola y pecuaria, el transporte hasta la transformación y la comercialización a los que debemos sumar a los consumidores y a los organismos y empresas que realizan extensión y transferencia de tecnologías. Actores públicos y privados con diferentes accesos a bienes comunes y de capital y además con diversos, y divergentes, intereses. En los últimos años sobresale la injerencia y formas de trabajo de las agroindustrias y empresas agro comerciales, en general sobre la actividad primaria agrícola, mediante la explotación directa de tierras en propiedad y arrendadas, bajo acuerdo de partes y en relación societal, conformando para ello vinculaciones de diversa índole.
Las políticas económicas vigentes en Argentina desde hace más de 50 años junto a la eliminación de organismos regulatorios, los procesos de integración regional y conformación de acuerdos comerciales, al afianzamiento del del sector financiero a lo que debemos sumar la incorporación de nuevos agentes económicos en el agro han profundizado relaciones asimétricas en los complejos agroindustriales. Estos se hallan Constituidos por diferentes fases relacionadas con la producción y transformación de un bien de origen agropecuario, una Integración de la agricultura a “las industrias” y servicios, al transporte, almacenamiento, distribución logística y al consumo en sus diferentes instancias – que cada vez demanda productos de mayor “calidad e inocuidad ” y diferenciación aunque se utilicen en su producción y procesamiento grandes cantidades de sustancias con potencialidad tóxica sobre la salud socioambiental.
Sistemas agroalimentarios caracterizados por la extranjerización, la concentración y el auge de los supermercados donde cambian las funciones de la actividad agrícola que dé “de proveedor de alimentos pasa a ser proveedor de materias primas”. Cuando el objetivo es asegurar la provisión de materias primas, para industrias de gran escala, se implementan diferentes estrategias las cuales imponen a los agricultores condiciones referidas a precios, plazos de entrega de productos y de cobro, financiamiento y utilización de tecnologías e insumos caros y contaminantes.
A todas luces, y a diferencia de lo que manifiesta la Argentina en la ONU, este sistema agroalimentario es insustentable a nivel social ya por la expulsión productores, el acceso inequitativo a los bienes naturales, a la pobreza y el hambre que generan. También si lo vemos desde el punto de vista ambiental no es mas halagador, por el contario la deforestación, el uso de plaguicidas y semillas transgénicas constituyen una claro indicador de un proceso insustentable y contaminante . Por último desde la dimensión económica se incrementan los requerimientos de insumos y con ello los costos de reducción elevándose la unidad económica típica y las escala de producción tal como ha marcado el último censo nacional agropecuario. Además la concentración de empresas en la fase de transformación y comerciales implican una gran diferencia entre los precios que recibe el productor por los alimentos respecto de aquellos que pagamos los consumidores.
Ante esta realidad se requiere reconocer la diversidad y heterogenias de actores en el actual sistema alimentario argentino así como la contribución de la agricultura familiar y de los mercados de cercanía. En estos se prescinde de intermediarios, se reducen costos, se incrementa el ingreso de los agricultores/as junto a la promoción de la cultura local, una forma de vida sana e integral, posibilitando la soberanía alimentaria, la producción a partir de los saberes locales y la consecución de precios justos para consumidores y productores. Es decir circuitos cortos que interconectan la producción al consumo de alimentos. Estos circuitos son construidos, enriquecidos y controlados por los/as agricultores/as y consumidores/as
En la discusión global sobre la consecución de la soberanía alimentaria como derecho humano , en sus dimensiones productivas y de acceso a alimentos de calidad intrínseca, y en espacial los sistemas agroalimentarios debemos reflexionar en torno al rol de mercados, al de las políticas publicas integrales y sobremanera al rol de los ciudadanos y ciudadanas que de manera libre y autónoma podamos organizarnos y articularnos en todas las fases implícitas en los procesos de producción, transformación y consumo sustentable y equitativo de alimentos
Indudablemente, tal como desde RAPAL y otros movimientos y redes venimos manifestándolo, la agroecología como paradigma posee un rol incuestionable respecto a la vinculación con los bienes naturales, a los procesos productivos, a la consecución de la soberanía alimentaria y al intercambio de bienes y servicios dentro de las propuestas de la economía social y solidaria y del comercio justo.
Los problemas del hambre no se solucionarán con más tecnologías, concentración económica dentro de las perspectivas de la “mano invisible del mercado “ sino con más organización y cooperación ciudadana y entre las organizaciones comunitarias de todo tipo tal que se propicie un acceso justo a los bienes comunes naturales , incluida la tierra, y se facilite as interrelaciones que prescindan de intermediarios en el marco de adecuadas políticas publicas que favorezcan la autonomía y no generen ni subordinación, ni dependencia.
Javier Souza C.
Coordinador Regional de RAP-AL