Abril de 2023, Marcos Paz, Argentina /La agroecología como paradigma civilizatorio para reinsertarnos en la naturaleza. Análisis de las características y efecto socioambiental del insecticida clorpirifós. Estrategias, tecnologías, saberes y prácticas agroecológicas para recrear agroecosistemas sustentables, viables y resilientes. El autor de esta investigación es el Ing. Agr. Ms. Sc. Javier Souza Casadinho, Profesor Asociado de la Cátedra de Sociología y Extensión Rurales (FAUBA) , Coordinador del Centro de Estudios sobre Tecnologías Apropiadas de la Argentina y Coordinador Regional de RAP-AL.
Clorpirifós, es un insecticida / acaricida de amplio espectro utilizado actualmente en la Argentina, y en el resto del mundo, tanto en áreas rurales para tratar cultivos agrícolas cuanto en áreas urbanas en el control de parásitos en mascotas, como hormiguicida en parques, jardines y plazas con juegos infantiles así como para tratar insectos que atacan a la madera. Se ha podido verificar su utilización en los cultivos de Soja, Maíz, trigo, girasol, tabaco, algodón, papa, frutales de carozo y pepita y en hortalizas. En el caso del cultivo de hortalizas su utilización es generalizada y dadas las condiciones de almacenamiento, dosificación y de aplicación tanto los productores como los consumidores están sujetos a exposiciones continuas a este plaguicida y por ende a sufrir intoxicaciones agudas y crónicas.
En este trabajo se describen las estrategias como así también las prácticas, las tecnologías, los bioinsumos, los preparados , las trampas construidas y utilizadas por agricultores/as de la Argentina que han diagramado agroecosistemas diversos, incluyendo diferentes cultivos tanto extensivos como intensivos. Las estrategias planteadas y practicas empleadas en cada agroecosistema, por cada familia productora y dentro de un dado territorio, depende de factores ambientales, sociales, económicos, culturales y sociales.
Resumen ejecutivo
El plaguicida clorpirifós se halla dentro del grupo plaguicidas del tipo organofosforado. Se trata de un insecticida y acaricida que actúa por contacto, ingestión e inhalación. Clasificado químicamente como tiofosfato orgánico; su denominación química es O,Odietil-(3,5,6-tricloro-2-piridil) fosforotioato. Es un insecticida / acaricida de amplio espectro utilizado actualmente en la Argentina, y en el resto del mundo, tanto en áreas rurales para tratar cultivos agrícolas cuanto en áreas urbanas en el control de parásitos en mascotas, como hormiguicida en parques, jardines y plazas con juegos infantiles así como para tratar insectos que atacan a la madera. Se ha podido verificar su utilización en los cultivos de Soja, Maíz, trigo, girasol, tabaco, algodón, papa, frutales de carozo y pepita y en hortalizas.
En el caso del cultivo de hortalizas su utilización es generalizada y dadas las condiciones de almacenamiento, dosificación y de aplicación tanto los productores como los consumidores están sujetos a exposiciones continuas a este plaguicida y por ende a sufrir intoxicaciones agudas y crónicas. Se ha detectado clorpirifós en muestras de alimentos (coliflor, calabazas, duraznos, uvas, bananas, manzanas, apio, peras y frutillas) recolectadas de diferentes regiones del mundo.
Según los criterios establecidos nuevo Código de Conducta sobre Manejo de Plaguicidas (adoptado por la FAO y la OMS en 2013) y a los de las Guías sobre Plaguicidas Altamente Peligrosos y dadas sus características químicas y ecotoxicológicas, el clorpirifós es considerado un plaguicida altamente peligroso (PAP). Se trata de un producto extremadamente tóxico para peces, muy tóxico para aves y altamente tóxico para las abejas. Este producto puede ingresar al medio a través de la aplicación directa en los cultivos anuales y perennes, en las pasturas, en parques así como en plazas, jardines y edificios. También puede ingresar al ambiente a través de volatilización, derrames y disposición de residuos. Si bien el grupo más numeroso e importante expuesto al clorpirifós, así como también a otros plaguicidas, son los trabajadores y productores agrícolas ya sea mediante el contacto dérmico directo, y por inhalación, durante la preparación de las soluciones de pulverización, la carga de los tanques de los pulverizadores y la aplicación de los productos, también debemos incluir a las personas que se hallan en las inmediaciones y aún alejadas, dado su trasporte desde las zonas de aplicación. Incluso la exposición puede incrementarse por su uso a nivel doméstico para el combate de piojos, garrapatas, pulgas de las mascotas, además de las hormigas y termitas.
Una multiplicidad de investigaciones demuestra que la exposición humana a clorpirifós puede ocurrir en distintos escenarios (ambiental, residencial, ocupacional) y por distintas vías. En una persona, todas estas exposiciones hacen a la carga total de clorpirifós en el cuerpo. Una vez en el organismo el clorpirifós puede causar diversos efectos tóxicos, dependiendo de los escenarios de exposición, ya en forma aguda como crónica. Las Intoxicaciones agudas con organofosforados incluyen síntomas relacionados a la sobreestimulación del sistema parasimpático, provocando diarrea, miosis, debilidad muscular, broncorrea, bradicardia, lacrimación, salivación y sudoración profusa. La toxicidad del clorpirifós se ha asociado a disfunciones neurológicas, alteraciones endocrinas y enfermedades cardiovasculares. También dentro de los efectos crónicos, la neurotoxicidad y el déficit neurocognitivo son algunos de los efectos evidenciados. En este sentido, la exposición de poblaciones vulnerables, incluida la que ocurre en el periodo prenatal, y los efectos en los niños es una gran preocupación para toda la comunidad científica.
Según las investigaciones citadas en este trabajo se han medido concentraciones detectables del insecticida organofosforado clorpirifós en el agua de lluvia, en el aire, en la nieve y el resto del ambiente. Se ha detectado a distancias considerables de las áreas donde se han realizado las aplicaciones, aspecto que indica el potencial de transporte a larga distancia (LRT) en la atmósfera. El clorpirifós es fuertemente absorbido por el suelo y se lixivia poco debido a su difícil solubilidad en agua. Se ha reportado que su persistencia en suelo varía entre algunos días hasta 4 años, en las condiciones frías y oscuras de áreas con bajas temperaturas, la persistencia será significativamente mucho más alta que lo que se indica para las vidas medias de acuerdo a lo medido en regiones tropicales o templadas.
Los datos bibliográficos indican que el clorpirifós puede afectar a la población de la microflora del suelo e inhibir el ciclo de importantes nutrientes, incluida la fijación de nitrógeno por bacterias. Este compuesto ha sido detectado en muestras de aguas subterráneas, superficiales y potables. En general, se registraron concentraciones más bajas en aguas marinas que en aguas superficiales, sin embargo, se detectaron concentraciones relativamente altas de este producto en el agua de lluvia. La presencia de clorpirifós en el medio acuático tiene una serie de consecuencias, incluidos efectos
ecotoxicológicos (genotoxicidad, neurotoxicidad, estrés oxidativo) en organismos de agua dulce. Los datos bibliográficos indican que el clorpirifós también puede transferirse libremente con las corrientes de aire. La distancia de desplazamiento característica (CTD) a la que se degrada o deposita el 63% de la masa original de clorpirifós volatilizado, y una vida media de 3 horas, se estimó en 62 km.
El clorpirifós se considera altamente tóxico para las abejas melíferas. Las principales vías de exposición de las abejas son la alimentación y el alcance directo mientras se realizan las pulverizaciones. Se destaca el contacto con néctar y polen que han sido impregnados, durante las pulverización, con este producto y que permanecen a disposición de las abejas tras dicha aplicación.
Es posible realizar una producción alimentos de manera ecológicamente sustentable y económicamente viable sin la utilización de plaguicidas. Teniendo en cuenta los principios de la economía ecológica, se debe repensar a los sistemas alimentarios, y dentro de ellos a los agroecosistemas, inmersos en un sistema más grande, la misma naturaleza, con la cual intercambian; energía, gases, “servicios”, productos y desperdicios. En este sentido debemos considerar a las unidades productivas como agroecosistemas , es decir conjunto de componentes (que conforman una estructura) que se relacionan, se condicionan, que son interdependientes en un espacio determinado que posee limites naturales o artificiales. Estos componentes incluyen tanto a los organismo vivos y a aquellos que llamamos factores abióticos, como los nutrientes del suelo y aquellos propios del clima (lluvias, temperaturas, vientos). Dentro de estos agroecosistemas se desarrollarán procesos específicos, se producirán flujos y ciclos y establecerán relaciones especificas entre los componentes.
Se trata entonces de actuar en conjunto, de acompañar, de respetar a la naturaleza. La agroecología nos brinda elementos para percibir, captar , entender la realidad, de reflexionar teniendo en cuenta lo que sucede en cada unidad de producción en relación a su entorno social , ambiental , económico y cultural para desde allí proponer acciones locales y globales. Se hace necesario interpretar adecuadamente a la realidad de manera integral, sistémica y holística tomando en cuenta la multiplicidad de dimensiones que inciden en la producción agropecuaria entre los que sobresalen el acceso a la tierra, la disponibilidad de semillas, la organización del trabajo, la disponibilidad de información, la organización entre productores /as, el clima y el acceso a los mercados.
Desde la propuesta productiva, se trata de enriquecer a los agroecosistemas favoreciendo la autorregulación de los organismos vivos a partir de las interacciones entre las especies “perjudiciales”, sus predadores y parásitos. En este caso se verifica que los productores favorecen la diversidad funcional. Además, se crían diversas especies y razas de animales a fin de generar un ciclo cerrado evitando pérdidas y la generación de “desperdicios” por ejemplo el estiércol o los residuos de cosecha.
Desde la agroecología se persigue el objetivo de que los agroecosistemas sean productivos (produzcan alimentos, medicinas, fibras) de manera económica, pero que además sean sustentables (recreen las condiciones de la propia existencia de los componentes) y resilientes (que sean capaces de reponerse y mantener su estabilidad frente a condiciones económicas y ecológicas que pueden perturbarlo, por ejemplo, una sequía). Se requiere un proceso de varios ciclos para reconstruir, y reconstituir, los agroecosistemas y con ello generar los procesos ecosistémicos que pueden asegurar una productividad adecuada, la equidad, el equilibrio dinámico y la sustentabilidad de estos. La transición constituye un proceso, no es algo que surja de manera fugaz y súbita, sino que implica fases en las cuales se operan cambios en las visiones, motivaciones, conocimientos, ideas, necesidades de los productores/as, para desde allí generar modificaciones en la diagramación y diseño de los agroecosistemas y en las estrategias, prácticas y tecnologías utilizadas.
Según la teoría de la trofobiosis la nutrición orgánica de los suelos, a partir del reciclaje de materiales orgánicos, posibilita una alimentación equilibrada de las plantas redundando en optimas posibilidades de crecimiento y desarrollo. El Manejo sostenible del suelo implica el respeto de los ciclos, flujos y relaciones que involucran a todos sus seres vivos y componentes abióticos de tal manera que pueda manifestar las propiedades que favorecen el crecimiento de las plantas, y así mantener las condiciones de sustentabilidad, resiliencia y productividad del agroecosistema y la manifestación de servicios ecosistémicos, como aquellos que posibilitan la adaptación al cambio climático.
La producción agropecuaria, nuestra alimentación, la vida toda depende de la semilla. Es el principio y el fin del ciclo de la producción agraria y de la alimentación en las familias, una semilla lleva adentro valores, visiones, y formas de vida que la acercan al ámbito de lo sagrado. Los conocimientos de los agricultores /as familiares, sus lenguas, y la diversidad biológica y cultural autóctona están impresos en las semillas y sus modos de selección, producción y conservación. Los monocultivos no son sustentables, dado que no reproducen las condiciones de su propia existencia, aquellas que posibilitan recrear su continuidad en el tiempo y en el espacio. A fin de recrear agroecosistemas sustentables y resilientes se debe generar biodiversidad estructural entendida como el conjunto de componentes pertenecientes de diversos taxones, familias, especies, genotipos de seres vivos que viven y se relacionan dentro del sistema. A su vez se debe recrear diversidad funcional mediante la cual cada componente cumple una función específica dentro del sistema.
En este trabajo se describen las estrategias como así también las prácticas, las tecnologías, los bioinsumos , los preparados , las trampas construidas y utilizadas por agricultores/as de la Argentina que han diagramado agroecosistemas diversos, incluyendo diferentes cultivos tanto extensivos como intensivos. Las estrategias planteadas y practicas empleadas en cada agroecosistema, por cada familia productora y dentro de un dado territorio, depende de factores ambientales, sociales, económicos, culturales y sociales.
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