13 de febrero de 2023/ Informe de María Elena Rozas /El clorpirifós, CPF, es un insecticida organofosforado clorado con características de contaminante orgánico persistente (COP), por tanto, es tóxico en muy bajas concentraciones, se transporta a largas distancias, es persistente y bioacumulable, concentrándose en los tejidos de organismos acuáticos y terrestres en sucesivos niveles de la cadena trófica alimentaria. Debido a sus efectos en la salud humana y el ambiente, la Unión Europea propuso la inclusión del clorpirifós en el Anexo A del Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes, COP. La Unión Europea, en 2020, no aprobó el clorpirifós para su uso en productos fitosanitarios a raíz de la evaluación de riesgos realizada por los Estados miembros y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, 2019). Por su parte, en 2014, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, EPA, constató riesgos para los trabajadores y posibles riesgos de contaminación del agua potable. Según la Agencia (US-EPA, 2017), la exposición al compuesto también está relacionada con retrasos en el desarrollo mental de los niños.
Estudios epidemiológicos independientes realizados en diferentes partes del mundo señalan que el clorpirifós, contamina el ambiente, causa daños a la salud animal y a la salud humana, especialmente en la etapa perinatal, en la infancia y edad escolar. En la actualidad hay sólidas pruebas científicas que indican que clorpirifós y los plaguicidas organofosforados, OF, dañan el cerebro fetal y producen disfunción cognitiva y conductual a través de múltiples mecanismos, incluida la alteración de la tiroides, cuya hormona es crucial para el desarrollo del cerebro. En la región, se comprobaron efectos dañinos en el desarrollo neurológico y psicomotor de los niños en Chile (Muñoz-Quezada M.T. et al., 2012 a 2020) y en América Latina, (Rozas, M.E., 2021). Estudios en ratas realizados en la Universidad de Buenos Aires, Argentina, evidencian que el CPF altera el equilibrio endocrino actuando como un disruptor endocrino en vivo. Estos hallazgos alertan sobre los efectos nocivos que el CPF ejerce sobre la glándula mamaria, sugiriendo que este compuesto puede actuar como un factor de riesgo para el cáncer de mama (Ventura, C., et al., 2016). Otros estudios, realizados en diferentes partes del mundo, muestran una asociación entre el clorpirifós y el clorpirifós-metilo con autismo (Robert, E., 2007); (Miani, A., et al., 2021) y párkinson en animales de laboratorio (Ali, S. J., et al.,2019).
En Chile, el insecticida clorpirifós se utiliza masivamente en la agricultura, especialmente en hortalizas frescas, y sus residuos se encuentran regularmente en nuestros alimentos. De
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